Estoy recordando una anécdota que me contaba una clienta de cuando vivía en EEUU, hablándome de un labrador retriever que tenía la costumbre de saltar y atacar a otros perros. Con la gente era muy bueno pero, cada vez que veía a otro congénere, se ponía como loco. Hartos de esta incómoda situación lo llevaron a una escuela especialista en comportamiento canino donde, después de unos suculentos honorarios, decidieron quedarse al can para reconducir su conducta a unos parámetros más estables.